Quiero café con
Sabor a tus
Labios…
Quiero besos sabor
Café en tus
Labios…
Quiero café
Quiero tus
Labios.
Te quiero a ti
Te quiero aquí
Quiero sentir tu deseo
Tu embriagante
Luna llena
Quiero café
Quiero tus
Labios.
Quiero besos sabor
Café de tus
Labios
Te quiero a ti
Te quiero aquí.
Tristeza.
Escribo esto no porque las letras se llenen de polvo o el blog empiece a verse pelón, lo escribo porque quiere salir y gritar, porque hay veces que no tengo un ganas de echarme a volar y solo me quedo en el acantilado viendo las olas del mar chocar contra mis pies. Y es que esta puta tristeza no se va, se aferra, es de las buena, de esa que te hace dormir y no querer levantarte, la que le quita el significado al desayuno, a la cena, a cocinar, pintar a volar.

A "la maga”
“Te extraño”, es cierto y ridículo, ¿cómo extrañarte si estás del otro lado de la pantalla? Al otro lado del teléfono, al otro lado de la ciudad, como extrañarte si tengo la posibilidad de llamarte o escribirte, salir un domingo por la mañana y buscarte y decirte lo mucho que “no estas”, lo mucho “que dejaste ahí”, lo mucho “anhele” y al terminar abrazarte y regresar a mí vicisitud, a esperar los días de lluvia que alivian las alas, los días de lasagna en casa, los días donde me la vivo en el cine, a regresar al día que dijiste que este no era el camino que debíamos tomar…
Y no es que no supiera
que el amor es así,
tan terriblemente azaroso
y virulento.
No es que no supiera
que en el amor se debe
andar con cuidado,
de puntillas,
deambular en él con la
gracia de un insecto,
distraerse de sus misterios,
inhibir todo rastro de
curiosidad felina
para no sacudirlo
de su agudo letargo.
El amor es la razón que duerme.
Es el díscolo de la lógica,
el eterno sinsentido que
provoca y desorbita,
la trampa más ingenua,
la moneda más leonina.
Es la entrega suspicaz
de un eterno beso aleve,
la única y primitiva causa.
El motivo.
Hoy desperté con lluvia en mi ventana, con la tristeza abrazándome, susurrándome anhelos perdidos… y es que por más amorosa que sea, hoy la tire de la cama y la deje ahí sentada a la orilla de mi cama, escuchando mi poesía, mi prosa (que ni tan buena es).
Cuando sigo las migajas de tus pasos.
Cuando me desboco en la conmoción de mirarte a los lejos.
Y desentrañarte de alguna manera obsesiva,
casi sanguinaria.
Me entrego al placer canallesco de fingirte sensatez,
y hablarte con soltura en el juego aleve del
que sabe sus intenciones.
Te persigo.
Busco tu rostro en las escenas cotidianas,
provoco el casual encuentro, que más que casual
es la acumulación incomprendida de mis ganas de verte
y mirarte
y decirte
que ésta es mi manera audaz e imperativa de elegirte.

Hoy no hay lecciones, hay poesía y recuerdos, silencios y lluvia, sin embargo no hay tiempo ni contradicciones... solo el irrefutable deseo de salir a caminar sin rumbo y esperar sin esperar que en nuestro andar te encuentre entre las calles de mi ciudad.
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Van y sus cronopios dormidos en el proa del barco.
eso de que le llegue auno la tristeza por la espalada es horrible, pero saber que esa tristeza es por esa persona es todavía más horrible, por que la tienes arraigada en los sueños, en el pensamiento, en el corazón, en la piel... en la graganta....y peor enla garaganta, porque cuando quiere salir...quieres que se desborde y explote en las letras, pero sólo sigue ahí...eso de extrañar, eso de sentir entrañablemente
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